...

martes, 7 de diciembre de 2010



En mi último sueño soñado,
soñé con una historia en rima.
Con una reina, una plebeya, un dragón
y un unicornio alado;
nada de guerras, ni religiones
y algo raro, muy pocos hombres...

-Despierte su majestad - decía Kristina mientras abría las enormes cortinas del cuarto de la reina - ya es hora de que amanezca.
-Aiiaiaii mi bella Kristina, me cose al colchón la pereza - decía la reina mientras reía entre quejidos y bostezos -.
- i Que pereza ni pereza!i Si viera usted la mesa que le espera al desayuno!
- Risas - Ya poco me importa vivir la vida, imagínese entonces la importancia que le doy a la comida... - decía la reina mientras cambiaba bruscamente su hermosa sonrisa por una profunda tristeza.
- No diga eso señora... - decía Kristina mientras se sentaba en el borde de la cama de la reina.- Cuántos allá afuera admiran su reinado, su excelencia! Cuántos no imaginan vivir sin su majestad, y usted tan joven y con una pena tan grande...morirá de dolor si no olvida lo ocurrido.
- Ah! Si fuera tan fácil como decirlo!, escucho a cada anochecer aquellos alaridos, escucho las voces de aquella gente cual si pasara ahora mismo, escucho lamentos, el arrastrar de cadenas..., escucho pedidos de ayuda, fragilidad e impotencia...sueño cada noche con aquellos ladridos de perros hambrientos destrozando la ciudad cual si fuera Lucifer, apoderándose de cada cuerpo, cada sombra, destrozando y quemando con su mirada y su pulgar omnipotente aquella pequeña ciudad, y yo, en lo alto, en la comodidad de mi habitación, cual si fuera cómplice, cual si autorizara su poder y aceptara mi derrota.
¿Qué especie de reina no baja a su pueblo por el simple echo de que lo traga el diablo? Qué reina se puede sentir como tal si su pueblo se inunda en lágrimas y sus casas son afectadas por la lluvia que manda él. llevándose todo aquellos que tenía vida y estaba desprotegido de un supérfulo castillo...
- Reina mía, no lamentes por esas pérdidas, no tiene usted la culpa de lo ocurrido, Pamplona, sí, ha caído en manos del innombrable, pero cualquiera es vulnerable al poder que éste ostenta, sin importar sus riquezas, a todo lo que toca o ve arrasa, sin importar igual si raza, o lo bien aventurado que sea...escuchemé su alteza y déjeme secar sus lágrimas, que un nuevo pueblo la espera; más aquel que la extraña sabe todo lo que usted hizo para cuidar de los hijos que sobrevivieron en esta patria.
Levántese y mire el sol, deje abrir las ventanas, no del cuarto, más de su vida, y que aquello que le atormenta no pase de un sueño, una pesadilla..., venga y mire como brilla desde la ventana el sol, como abraza y comprende a todos, sin mal-pensares ni ahogada en penas, aunque como usted fue ella testigo de  gritos y ríos de sangre, y siegue iluminando sin pesares aquellos que siguen vivos, enamorando en suspiros, aquellos que trabajan allí abajo, para reconstruir nuestra Pamplona más mejor de lo que era antes.